El suscrito de este blog ha recibido sendas criticas de ser un antichileno, nada que ver, soy bien Peruano y me he cuidado de ser chauvinista patriotero, asi como pecador nacionalistoide como los hay todavia en nuestro Pais. Sin embargo como buen Peruano debemos de decir la verdad bien dicha y no caer en el sentido materialista del dinero como los malos catolicos que se han convertido en los materialistas del siglo XXI, muchos de ellos aman el dinero como los plusvalistas del quizas opus dey. Los buenos lo saben y los periodistas tambien.
Todos sabemos las distancias con nuestros vecinos del sur que la hicieron larga por culpa de sus gobernantes y los nuestros, me plazco decir que todo es coyuntural la historia lo demuestra, hoy estamos asi, mañana el vecino estará como nosotros, pero la coyuntura manda y debemos poner todos nuestros esfuerzos los Peruanos para reconstruir nuestra economia, reencontrarnos revisar lo pasado y manejar nuestro liderazgo que nos corresponde, y no solamente hacer higado, se lo hace en su debido tiempo y diciendo la verdad.
Y la verdad es que dentro de nuestro país, tenemos algunos inclinados, traidores como el felon que ya esta preso, no por que los vecinos del sur sean mas, sino por que esta misma mala yerba se ofrece no teniendo autoestima nacional, lamentablemne estan en todos los estamentos sociales en nuestro Pais, un poco de sencillo y se ponen a la venta. Osea son pinochetistas pirrimos de moral, me tengo que ir a realizar tareas de cocina Peruana, asi que os dejo algunos datos junto a un interesante articulo de nuestro Periodista agudo del Perú, pero que son realidades que no se pueden esconder....sigan leyendo. Roberto CHALLA C.
Para entender al gobierno de Chile -a este y a los que vengan porque Chile sí tiene visiones de largo plazo- hay que entender a sus fuerzas armadas.
Y para entender a sus fuerzas armadas hay que llegar al núcleo duro de su doctrina.
Esa doctrina tiene muchas expresiones desde que Diego Portales construyera la Constitución de 1833.
Y una de esas expresiones -quizá la de mayor influencia- es la que Augusto Pinochet Ugarte virtió en su libro “Geopolítica”.
Leamos a Pinochet (me remito a la segunda edición de ese libro, de Andrés Bello Editores, 1974):
“Existen además numerosos principios o leyes con respecto a la modalidad en la expansión de los Estados; así tenemos algunos como:
-Ley del menor esfuerzo: El autor de esta ley es Otto Maull, quien expresó que la expansión de los Estados se materializa en dirección hacia las líneas de menor resistencia, tanto física como demográfica, que presentan los Estados vecinos.
-Ley de la oportunidad: Se realiza en cuanto a tiempo, es decir aprovechando los momentos políticamente favorables, como sucede cuando el Estado vecino o el por agredir se encuentra débil (internamente débil).
-Ley de los espacios. Los Estados de área pequeña, cuyos pueblos posean una vitalidad grande, tienden a dilatar el espacio de que disponen inicialmente...”
Más adelante, hablando de las llamadas “leyes de Ratzel” -Friedrich Ratzel, teórico alemán creador del concepto “espacio vital”-, Pinochet abunda con absoluta sinceridad:
“También se aumenta el espacio cuando la solidez cultural de un Estado ingresa a otro de menor capacidad, pasando a constituir el segundo un granero del primero. Porque, en este caso, el Estado inferior normalmente abre sus puertas y sus mercados, estableciéndose un intercambio intenso con ventajas lógicas para el Estado de mayor capacidad cultural por cuanto será él quien aprovechará las fuentes de materias primas (explotación) y entregará, en cambio, sus productos elaborados (distribución)...”
Pinochet, que toma al pie de la letra la definición que de la palabra Estado hizo el acuñador del concepto de la geopolítica, el sueco Rudolf Kjellen (“organismo biológico”, “ser vital supraindividual”), parafrasea la llamada quinta ley de la expansión de los Estados -según Ratzel- con estas palabras:
“En su crecimiento y expansión, el Estado tiende a incluir secciones políticamente valiosas: líneas de costas, cuencas de ríos, llanuras y regiones ricas en recursos”.
No olvidemos que cuando escribió este libro (1968) Pinochet era coronel, especialista en Estado Mayor y profesor de Geopolítica de la Academia de Guerra del Ejército de Chile. No podía imaginar siquiera que algún día encabezaría uno de los golpes de Estado más cruentos de Latinoamérica y de allí, probablemente, la transparencia casi conmovedora con la que se refiere a “los Estados vivos” -una constante alusión tácita a la vitalidad del Chile del siglo XIX-.
“Todo Estado que incrementa su poderío siente la necesidad de extenderse”, escribe en la página 222.
Y por si alguien dudara, sermonea:
“La expansión de los Estados conduce fatalmente a un conflicto que sólo puede solucionarse en dos formas: 1) Por mutua y pacífica integración; o Por subordinación de un Estado a otro, lo que puede suceder de una forma pacífica o por las armas...Todo Estado debe vivir preparado para cualquiera de estas eventualidades”.
A pesar de lo palurdo que pudo parecer para la mayoría, Pinochet siempre fue considerado, por sus compañeros de armas, un intelectual y un referente. Su libro sobre Tarapacá -“La Guerra del Pacífico. Campaña de Tarapacá”- es uno de los mejores y más exaustivos estudios sobre ese capítulo decisivo de la guerra que Chile ganara.
Y sus teorías sobre geopolítica continúan impartiéndose en las escuelas castrenses de Chile.
De modo que estas citas no son las de un general exaltado ni periférico: son parte de una esencia doctrinaria que el ejército de Chile fraguó desde los comienzos de la República.
Es posible, entonces, que la política más agresiva de Chile en relación al Perú proceda directamente de los cuarteles. Y que la Concertación -traumatizada con el recuerdo de 1973- no tenga otro remedio que marchar con el paso de ganso que le marcan los uniformados. Triste papel el del “socialismo” posmoderno.
Ministros patéticos en su prochilenismo, periodistas que parecen cónsules de Santiago -la señora Rosa María Palacios, por ejemplo-, harían bien en leer a Pinochet. Leerían, al fin de cuentas, al padre tutelar de ese modelo económico impuesto a sangre y fuego que tanto les fascina.
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